Aunque a primera vista pueda resultar chocante, la pared vertical de enfrente conserva las huellas de asentamiento y troncos caídos de unos árboles que crecieron y se desarrollaron hace unos 306 millones de años. A partir de estudios geológicos y paleobotánicos, y gracias a la cantidad de restos fósiles conservados, se ha conseguido recrear cómo pudo haber sido este bosque y algunas de las especies vegetales que lo habitaron. El bosque se formó en el arenal de un delta que vertía sedimentos a un mar, cerca del Ecuador, cuando aún no existía la Península Ibérica. Dos especies arbóreas hoy extintas (Cordaites y Sigillaria), dominaban el bosque, además de otras especies de sotobosque que apenas han dejado huella.

Los Cordaites, precursores de las actuales coníferas, eran árboles con mucha madera, preservada como carbón, y sus troncos dejaron impresiones profundas en el sedimento. Sus huellas de asentamiento tienen aspecto estrellado, por las salidas y ramificaciones de sus raíces. En la parte alta del yacimiento (zona de la izquierda) se observan huellas de asentamiento de otros árboles muy distintos, las Sigillarias, con sus raíces partiendo de cuatro esquinas en la base, tronco recto sin ramificar, cubierto de hojas alargadas y escasa madera.